jueves, 4 de junio de 2009

EL NUEVO LIDER - Por Wilhelm Reich


Wilhelm Reich arrestado por el FBI

Este texto de Reich cierra su libro The Murder of Christ (El Asesinato de Cristo) escrito en los primeros años de la década del 50. Teniendo en cuenta su posterior encarcelación y muerte entre rejas (1957), constituye un verdadero testamento profético que se ha ido filtrando, aun sin saberlo muchos, en el pensamiento y el accionar de las generaciones posteriores, venidas y por venir.

Una de las características de nuestro tiempo es que está naciendo un nuevo tipo de movimiento social, y que los líderes de los gobiernos no tienen la más mínima sospecha de lo que está ocurriendo; estos líderes han moldeado sus ideas según pautas de pensamiento antiguas y persisten rígidamente en el error.

A primera vista es sorprendente, aunque totalmente lógico, que ninguno de los problemas básicos que generan los movimientos y levantamientos populares se mencionen en parte alguna del batifondo gritón, aullador, gesticulante que se ha apoderado de nuestras vidas.

Es de conocimiento público, y no necesita de mayores pruebas, el hecho de que la actual conmoción de la sociedad humana no tiene verdaderos líderes; en otras palabras, en el horizonte visible no hay nadie que pueda constituirse en lo que Cristo llegó a significar para la era cristiana o en lo que fue Confucio para la cultura asiática. Los líderes contemporáneos no son más que agentes de la seguridad de este o aquel aspecto del statu quo, o simplemente piratas en mares sin ley. Son como los saqueadores de mercaderías que campean en los tumultos que siguen a una inundación o un terremoto.

Veamos ahora un perfil del tipo de líder que podría surgir del caos actual y que fuera capaz de advertir y manejar las principales corrientes del clamor social. ¿Qué tarea, qué fatal decisión habrá de enfrentar un líder así?

A menudo se dice que en nuestra época un líder tendría que ser muy parecido a un superhombre, un hombre nietzscheano que supere en mucho a sus semejantes. En consecuencia, tal tipo de líder es difícil de imaginar.

Semejante imagen para el liderazgo de nuestro tiempo deriva evidentemente de la antigua, deteriorada necesidad del hombre por la mistificación del liderazgo, necesidad aún anterior a que el líder haya aparecido en la escena pública. Con ello ya se ha promovido y trasladado al líder desde el caos de nuestros días hacia una región donde nadie lo puede alcanzar, de modo tal que ninguno pueda siquiera aproximarse a ser como él.

Si aprendimos bien la lección del Asesinato de Cristo, un líder así seguramente fracasaría en dirigir los movimientos de las masas de gentes conmocionadas para sacarlas del pasado y llevarlas a una futura existencia racional. Necesariamente debería fracasar, ya que apenas estaría haciendo algo más que suministrar otro símbolo místico a las multitudes frustradas sexualmente, hambrientas de amor, desprovistas de las seguridades vitales básicas.

Si hemos aprendido bien, como creo que lo hemos hecho, nuestra lección del Asesinato de Cristo, un líder popular moderno debería ser casi el opuesto exacto de lo que la gente tanto ansía ver y aclamar como su líder. Debería apartarse poco, en su vida cotidiana, de los estilos de vida habituales de la gente. Ha de ser un hombre que se sumerja una y otra vez en la corriente de la vida y en los movimientos populares, aprendiendo sus sangrientas lecciones de los repetidos fracasos; ha de cometer las equivocaciones más estúpidas y ha de aprender a corregir sus tontos errores sin sucumbir.

Tendría que atravesar todas las salas de tortura del infierno humano que estén a su alcance para conocer la naturaleza humana práctica y eficientemente, tanto al derecho como al revés. Tendría que haber vivido con el lumpenaje, pecadores y putas y criminales, para conocer el suelo del que crece la esperanza humana así como también la miseria. (Si fuese un líder como la gente quiere que sea, sólo estaría agregando otro payaso a la masa de pequeños y grandes hacedores de ruido que no tuvieron significación alguna en la historia humana vista con amplitud).

Un líder así debería poseer o desarrollar una cualidad extraordinaria, nunca conocida anteriormente, inimaginable para la óptica corriente de lo que tendría que ser el liderazgo humano.

El tendría que rechazar toda tentación de ser un líder y evitar toda celada que le ponga la gente para seducirlo al liderazgo. Su primera gran tarea deberá ser negarse a ser un líder.

Tal líder debería percibir inmediatamente el peligro que amenaza con sumergir a todo líder popular, esto es, el peligro de convertirse en un mero objeto de admiración y en un proveedor de salvación y esperanza para la gente. Tal líder debería dar el primer paso en guiar al pueblo tomando a la gente seriamente y dejándolas que se salven a si mismas, con las necesarias salvaguardas sociales, económicas y psicológicas, defendiéndolas y apoyándolas.

Tal líder debería por cierto haber leído la historia del Asesinato de Cristo o si no pronto deberá aprender, por experiencia propia, que la gente crea sus Cristos vivos con el fin de someterlos, o, si los Cristos rehúsan transformarse en Barrabases, para matarlos sin miramientos, cosa de promoverlos al cielo para la salvación, sin mover ellos un dedo.

(...) Nuestro líder, naturalmente, si ha de llenar su función, tiene que saber cómo trabajar, cómo cumplir una tarea determinada, cómo hacer cosas practicas, cómo construir una mesa, o curar una herida, o detener en un niño un ahogo por ansiedad, o arreglar una complicada situación familiar, o manejar un helicóptero, o pulir un cristal para hacer una lente, o talar un árbol, o pintar un cuadro, o solucionar el enigma de una enfermedad, o diseñar un experimento para resolver un problema de la naturaleza, o cómo atender a un adolescente en la agonía de la frustración genital, y muchas otras cosas semejantes de alto desinterés para el alma de un dictador.

Nuestro líder debería saber, en síntesis, cómo trabajar y lo que realmente significa el trabajo; cuanto esfuerzo, detallado, minucioso esfuerzo se pone hasta en la menor realización. Ha de tener la percepción de esto. Y esta percepción tarde o temprano le hará darse cuenta que lo que la gente hace sólo es charla hueca. En el momento que intente poner a la gente en marcha para hacer cosas practicas, ellos empezaran a disgustarse con él, o sólo charlarán, charlarán, charlarán sobre el alto ideal de la carpintería o la medicina o la educación o la industria o el vuelo. Pero, en verdad, no moverán un dedo, sólo hablarán y se sentaran en manadas alrededor de mesas agradablemente preparadas con alimentos y bebidas encima, o simplemente se sentarán inmóviles.

(...) El nuevo líder tendrá que elegir entre el aplauso de la gente y la adhesión a su comprensión de lo que la gente se hace a si misma con su eterno sentarse. En consecuencia, lo que el haga se parecerá poco a las acciones de los políticos actuales. No complacerá para lograr la aprobación pública. Se dará cuenta que tal aplauso, siendo cómodo y agradable como es, dando el "reconocimiento" que parece dar, es el primer paso seguro hacia la extinción de lo que el representa y defiende. Por lo tanto, no tendrá que preocuparse, o hasta tratara de evitar tanto como se pueda, lo que se llama reconocimiento público. La pretensión de ''reconocimiento'' es, de parte del pionero, miedo a tener que quedarse solo, y, de parte de la gente en general es cobardía a pensar por si mismos. La pretensión de reconocimiento es básicamente miedo al no conformismo y a su consecuencia, el ostracismo social.

Esto no quiere decir que el nuevo líder represente el rol de una muchacha que nadie saca a bailar. Por el contrario: sentirá la mayor independencia en la prosecución de sus tareas. Esto requerirá mucha mayor determinación y genuina fortaleza que la que requiere un político para trepar alguno de los árboles sociales. Lo cual propenderá a que haya mucha mayor solidez en los cimientos de la actividad del nuevo líder.

Esto no quiere decir que este nuevo líder menospreciará a la gente, o que él no desee la aprobación pública. Si ha de cumplir su función seguirá siendo humano hasta el fin. Pero, sabiendo por qué la gente confiere honores a las víctimas de su adoración, eludirá silenciosamente esta trampa como un buen educador evita ciertas acciones si sabe que éstas no servirán a su propósito último de ayudar a los adolescentes bajo determinadas condiciones.

El nuevo líder, en consecuencia, no "irá hacia la gente"; no "escribirá para la gente" y no tratara de "convencer a la gente" de la verdad o la importancia social de su saber. Escribirá acerca de cosas que cree que son verdaderas, y no para la gente. Es asombroso descubrir cómo las enseñanzas humanas más elaboradas y más realistas caen presa de los viejos hábitos de hacer las cosas "para las gentes" o de "colocarse entre las gentes" para enseñarles lo que parece ser bueno para ellas.

Si la gente necesita lo bueno y lo provechoso y lo clarificador, dejad que ellos lo busquen; que ellos lo descubran por si mismos. Dejad que ellos mismos desarrollen la habilidad de discriminar entre las palabras de un bribón o el vano parloteo de un político o el mercachifle de la libertad y las enseñanzas de un hombre serio. El problema no es que Hitler deseaba el poder, sino que lo consiguió. Es un gran problema: cómo millones de mujeres y hombres grandes, trabajadores, eficientes, serios permitieron que él tuviera poder sobre sus vidas.

Es con estos cambios de perspectiva básica acerca de la gente que el nuevo líder desplegara su tarea. Se esta generando una nueva regia que al principio suena rara:

Si oyes que se proclama la salvación de un modo que pertenece al pasado, puedes sospechar que la verdad se encuentra exactamente en el extremo opuesto del camino.

Esto es completamente natural vista la característica básica del hombre para evitar lo esencial y quedarse fijado a lo superfluo. Si toda una generación de psiquiatras trabajara arduamente sobre el núcleo energético de las confusas ideas del hombre acerca de su existencia y encontrara que la frustración sexual es el común denominador de todo ello, estén seguros que la gente en general tratará de huir de esto y fomentará y hará famosas aquellas escuelas psiquiátricas que eliminan este fragmento crucial de conocimiento y lo reemplazará por algún babélico balbuceo banal de hace cien años, emperifollado como un nuevo muñeco con el cual juguetearán haciéndole alrededor una inocente ronda. Ese balbuceo en encontrará sus apóstoles que así cabalgarán bien alto sobre las olas de la aprobación pública. ¡Dejadlos! Ellos no harán mucho daño mientras existan centros que mantengan limpios y claros los problemas. Vendrán sin duda tiempos de zozobra cuando la evasiva doctrina caiga como una hoja podrida y cuando lo que había estado creciendo en silencio durante muchas décadas, listo para emerger dentro de la corriente general de la época, sea buscado con avidez.

El nuevo líder se sentirá impaciente pero aprenderá a esperar interminablemente. Sabrá o aprenderá por experiencia que en la vida las cosas buenas no pueden remontarse al cielo como cohetes, que deben crecer lentamente, que en los desarrollos cruciales no se puede saltear ningún paso sí poner en peligro todo el conjunto, y que las cosas duraderas deben probar sus alas en peligros menores mucho antes de transformar el mundo en sentido amplio, creciendo por los peligros. Sólo es posible esperar pacientemente si no se tiene ambición de liderar o salvar a la gente. Que la gente se salve a sí misma. Les hará muchísimo bien finalmente aprender que se siente al sucumbir debido a la propia estupidez. Tales lecciones nunca se olvidan y son muy productivas de nuevas posibilidades.

(...) El nuevo líder no habrá de tener miedo a hacerse de enemigos, si fuera necesario. No cejara de pensar correctamente porque alguien pueda odiarlo por ello. Tarde o temprano aprenderá que algunos de estos enemigos son amigos muchísimo más cercanos y más conocedores de su esencia que muchos amigos que están junto a él. No tratara de demostrar su verdad ofendiendo a la gente, pero distinguirá la ofensa por la ofensa misma de la ofensa que resulta de decir lo que es cierto. Aquello que seguramente matara a la plaga política superabundante en este siglo veinte es la manera como los fascistas atacaron a sus adversarios con una verdad profunda: la fuerza del ardiente anhelo por la Vida; empero, esta fuerza se usó solamente en sentido negativo, no en forma positiva. Ellos en realidad no tenían nada para ofrecer y cayeron presa de la debilidad de la gente por la exhibición de la fuerza y la rigidez. El nuevo líder habrá de ser naturalmente firme, pero no deberá tener en si trazas de showman en cuanto a rigidez se refiere. Deberá, por necesidad, golpear fuerte pero siempre honradamente.

Después de numerosas y peligrosas experiencias con la fijación del hombre hacia el más fuerte, el nuevo líder desarrollará poco a poco un sentido aguzado para descubrir a la gente que es capaz de adherirse como un piojo al pelo o como una sanguijuela a la piel. Percibirá al amigo que lo acompañara un trecho y luego se quedará sentado en el camino como una mula, sin moverse una pulgada, forzando así al que hace cosas a disminuir su marcha o a detenerse del todo. El nuevo líder también conocerá bien el odio que fatalmente desarrollará la gente que es dejada atrás, sentada. Se precaverá cuidadosamente contra tales posibilidades mencionando continuamente esta característica prominente de los hombres que son sanguijuelas. Les aplicara una especie de inyección mental profiláctica diciéndoles de antemano lo que más probablemente serán proclives a hacer en su contra si él los deja atrás, sentados, no haciendo nada. Para sufrir menos la pérdida del líder, lo harán aparecer mal, menos importante, hasta lo presentaran como de mal carácter.

El nuevo líder enfrentara la dolorosa tarea de amar a los seres humanos y al mismo tiempo de no quedar ligado a ellos del modo habitual; deberá conocer sus flaquezas sin despreciarles ni temerles. Antes que nada deberá enfrentar la soledad, viviendo solitario en vastos espacios y sólo con pocos amigos. Y hasta estos amigos pueden volverse una molestia o un estorbo, ya que todos quieren la salvación.

Todo el mundo quiere algo de el, sea lo que fuere. Poco a poco comprenderá con asombro cuán infinitos son los deseos de la gente de obtener cosas. No importa qué quieren. Lo que importa es el querer y el obtener. Y se dará perfectamente cuenta del precio que le pagarán por la obtención: admiración hueca. Por consiguiente, no deberá caer presa de la tentación, tan común en los políticos, de chupar esa admiración como una esponja.

El nuevo líder tendrá que vérselas sin muchas de las cosas que comúnmente componen las diversas opresiones del liderazgo. No disfrutará de muchas de las facilidades con que los movimientos comúnmente se difunden por la vía de ensalzar al líder. Sabrá siempre que lo que cuenta es aquello que el líder descubre o dice o propone y no lo que a él en particular le gustaría disfrutar. Habrá aprendido de la historia pasada que el precio que hay que pagar por el éxito formal es el sacrificio de la esencia de los rigurosos trabajos propios. En síntesis, en todo momento sabrá de la bien oculta tendencia de la gente a ver las cosas únicamente en el espejo, a adueñarse de las grandes cosas para tornarlas impotentes, a ocuparse muchísimo más por la admiración de alguien que por lo que éste tiene para ofrecer, a congregarse alrededor de lo trivial y a constreñir la cuestión crucial a la impotencia.

El nuevo líder tendrá que arriesgarse a permanecer en la ignominia durante su existencia. Pero también estará seguro de que es muchísimo mejor para su causa y para el bien público quedarse solo que ver a su correcta causa tomar posesión del mundo de un modo incorrecto, de un modo contrario a lo que se pretendía, distorsionada hasta tal punto por la gente que lo único que puede acarrear es el desastre. Esto especialmente se aplicara en aquellos casos que involucren cuestiones referentes a la vida sexual. El animal acorazado esta compelido a hacer una religión de malas palabras sexuales negando la tremenda realidad de la potencia orgástica, del mismo modo que ha hecho el más elaborado, infernal sistema de espionaje y pillaje contra la libertad negando la buena conspiración tradicional de los luchadores revolucionarios por la libertad.

El nuevo líder se sentirá algo confortado por la convicción de que la verdad y lo que es útil a la gente acaecerá obligatoriamente aunque tenga que pasar un millón de años. No obstante, no hará nada por la gente sino que simplemente hará cosas, cosas que estén bien hechas. Nuevamente, dejará que la gente se salve a sí misma. Sabrá que ningún otro podrá hacerlo por ellos. Sencillamente vivirá a la vanguardia de la gente y dejara que ellos decidan si se unen a él o no. más que un líder será un guía. El guía sólo lo indica cómo llegar en forma segura a la cumbre de la montaña. No determina cual es la montaña que el turista quiere escalar. El nuevo líder puede estar perfectamente liderando todo un mundo sin saber él mismo que lo esta dirigiendo, o sin darse cuenta el mundo que está siendo dirigido por ese líder. Cristo fue un líder de este tipo. El modo de ser del nuevo líder, sus ideas, su conducta y sus metas pueden haber penetrado imperceptiblemente en el espíritu público sin que nadie lo advirtiera. Hasta puede tener que sobrellevar la culpa por distorsiones de las que no es responsable o por malas acciones que nunca propuso, y al final puede ser puesto en la cruz como lo hicieron con Cristo. El nuevo líder habrá de saber que esto perfectamente le puede pasar a él. No se siente responsable por la gente sino por lo que esta ocurriendo en el mundo, al igual que todo ciudadano del mundo se siente responsable por los acontecimientos mundiales. Esta, también, es una nueva característica del nuevo liderazgo: El sentimiento de responsabilidad en todo ciudadano del mundo por todo lo que está ocurriendo, aun en los más remotos rincones del planeta.

El parloteo, el palmoteo en la espalda, el chismorreo, los chistes verdes, las malas palabras de un ciudadano irresponsable de un país libre son cosa del pasado. Sin ninguna duda.

El nuevo líder tendrá más enemigos entre sus amigos más cercanos, y menos enemigos aunque más peligrosos entre las multitudes. Todo místico esquizofrénico, todo fanático religioso, todo borracho de poder político es su enemigo potencial o su probable asesino. No se adherirá a la creencia en el martirio. Querrá vivir y no morir por su causa. Y se preparará cuidadosamente contra el desastre.

(...) El nuevo líder deberá cuidarse del que se sube al tren de su causa, aquel que se cuela en tu coche que esta repleto con los valiosos frutos de tu ardua tarea, llenándose hasta el tope sólo para acuchillarte después, o para hacerse más grande que vos y chupar poder sobre la gente a partir de tus enormes esfuerzos sin mover un dedo. Cuidate de aquel que no se atreve a mirarte de frente y simplemente a los ojos, de aquel que siempre te vuelve la cara por miedo a que lo veas y lo conozcas. Será el próximo presidente de tu organización y se apoderara de todo y te expulsara a patadas, por mucho que hayas hecho para promocionarlo. Y él no se interesara en cuidar lo que a ti te preocupó durante muchos años. Sólo quiere llenar su ego vacío, interminablemente, sin esfuerzo. Y lo peor de todo es que ni siquiera sospecha que te esta traicionando.

(...) El nuevo líder tendrá que aprender a dar sabiamente y con circunspección. De lo contrario la gente lo tomara por una persona fácil de engañar y hará de él un tonto con profundo desprecio por sus métodos. Lo llamaran como a la "gallina de los huevos de oro" para tragárselo dentro de sus estómagos vacíos. A menos que estés preparado para sufrir aun más de lo que alguna vez te hayas atrevido a imaginar, nunca trates de salvar vidas o de proteger a los niños. Aparecerás a los ojos de muchos jueces sólo como un tonto o, peor aún, como un criminal. "Eso no hay que hacerlo". El amor desinteresado simplemente no es de este mundo; pero el nuevo líder tendrá que reunir una inmensa cantidad de amor. El amor quedó desamparado en un tiempo desamorado donde la política es la que manda. El nuevo líder tendrá que conocer y sufrir todo esto.

Alrededor suyo se formara un espacio vacío cuando la gente sienta que el representa la Vida y es dador de Vida. Se sentirá herido, atravesará la agonía de haber sufrido odio por actos de amor; y el mismo estará tentado de odiar por toda esta asquerosa situación. Su alma correrá el peligro de ser envenenada por la desconfianza en la gente y la necesidad de venganza. Es de esta manera como muchos caerán y serán perdidos como líderes. La misma gente le habrá hecho esto a sus líderes, quienes se sentirán como ratas en trampas bien tendidas, como tontos e inútiles. Solamente unos pocos sobrevivirán a este infierno.

La gente aislará y pondrá en cuarentena al líder de muchos modos. Un modo de conducirlo a la soledad es adorándolo, amontonándose a su alrededor, colgándose de sus labios y bebiendo la menor palabra que pronuncia. Algunos líderes aman esto. Otros huyen cuando lo encuentran. Se sienten como animales en el zoológico a los que las multitudes les clavan las miradas de asombro por no haber desarrollado vergüenza por sus genitales. La gente es capaz de desvestir al líder cuando se amontonan a su alrededor, de averiguar cada uno de sus secretos: cuantas mujeres se come en la cena, si va a nadar, si juega al bridge, si tiene hijos ilegítimos, o si su mujer tiene un amante.

(...) El aislamiento que sufre en manos de la gente que lo rodea amenazara su salud y su capacidad de trabajo. Perderá el derecho a vivir una vida normal entre las demás personas. Si bien la gente tolera perfectamente los secretos de las parejas, casadas o no, miraran con mala cara el cambio de pareja del líder o que éste no viva conforme a ciertos rígidos y molestos estándares de conducta. El líder pronto aprenderá que a él se le niega lo que se acepta en el caso del ciudadano medio. Encontrara que cada vez le es más difícil andar libremente con sus parejas. Tendrá que empezar a ocultarse. Y el ocultamiento ahuyentará a muchas de sus parejas que querrán desfilar entre las multitudes con el amante, que es un "líder".

Cosas como éstas amenazaran toda la estructura del trabajo del líder. Se hallara en peligro de volverse moroso o de achancharse, incapaz de seguir produciendo ideas, convirtiéndose así en un Calígula o en un vociferador proletario de frívolos slogans sobre la libertad. Los líderes verdaderos tendrán que vivir una vida amorosa plena, sana y gratificante con mujeres que comprendan los funcionamientos vitales. Si el líder ha de cumplir su tarea deberá mantenerse libre de los embrollos de una vida familiar adormecida, ruidosa. Coincidirá con Cristo, quien dejó a su familia y pidió a sus seguidores que hicieran lo mismo. Pero bajo ningún concepto pregonará la disolución de la familia, como son tan proclives a hacer algunos mercachifles de la libertad. Tendrá hijos y disfrutará de ellos, ya sean propios o ajenos. Sabrá que lo que es valido para su vida no siempre es valido para la vida de los demás. El nuevo líder tendrá que conservar a toda costa un sistema emocional puro, y hará todo lo necesario para escapar de la suciedad espiritual que acompaña al hambre sexual. Sus sentimientos y pensamientos deben estar libres de los estragos que produce la abstinencia de gratificación del amor corporal.

Es manteniendo constantemente a altas revoluciones el núcleo de su ser vivo como podrá penetrar a través del chismerío y las reuniones sociales y el palmoteo en la espalda y los chistes verdes y las malas palabras de los hombres y las mujeres de la calle y de los palacios, llegando hasta el núcleo de las emociones vivas de ellos. Con el tiempo descubrirá por qué tanta gente dotada con todo tipo de potencialidades tarde o temprano cae en la rutina de una vida adormecida. Por qué emanan de la gente tan poca acción y pensamiento productivos; cómo toda la fertilidad que hay en la gente se aniquila de tan variados modos y tan temprano en la vida, casi en el instante que salen del útero.

(...) El nuevo líder le dirá a la gente que votar no es suficiente, y que amonestar a la gente para que participe en el gobierno tampoco es suficiente. Todo ha de iniciarse en el medio ambiente de la temprana infancia y en las escuelas de nurses y en los jardines de infantes y en las escudas. Los directores de escuda valientes y conocedores han de ser apuntalados contra las maestras/os de escuela osificados. Se detectarán y combatirán los métodos y medios de la plaga que aleja a la Vida de las escudas del mismo modo que hoy día se combaten el robo y el homicidio.

Una vez que se haya identificado a la gran evasión de lo esencial como el enemigo más peligroso de la humanidad, se encontrarán los medios para matarlo - a la evasión, no al evasor - adondequiera que se lo encuentre. El problema no es el problema a resolver. El problema es la decidida evasión de cualquier problema importante.

Muchos verdaderos líderes se enfrentarán con la muerte y la extinción de un modo u otro. La plaga (emocional) se enfurecerá como nunca. Pero, una vez arrastrada de los pelos hacia el aire libre y hacia la brillante luz del sol, poco a poco se irá disipando la perversa y nociva fuente reproductora de daño monstruoso y de pensamientos perniciosos de todos los tiempos. En la misma medida que esto ocurra, la Vida comenzará a avanzar.

No hay por qué preocuparse acerca de cuáles serán las formas que la Vida en su marcha elegirá para su existencia. Puede elegir cualquiera; en cuanto sea liberada del crónico Asesinato de Cristo, elegirá lo que es bueno para día, y aprenderá por su propia experiencia lo que tiene que abandonar. La Vida es productiva, la Vida es flexible, la Vida es decente. Por consiguiente, no hay por qué preocuparse de lo que la Vida elegirá hacer. La única preocupación es cómo liberarla para la acción contra el asesinato de Cristo, contra aquellos que han perdido la percepción de la Vida en sus cuerpos.

Ningún trueno ni ningún terremoto acompañará al despertar de la Vida en nuestros niños. Será un lento proceso de crecimiento, franco y limpio si es que la plaga ha de ser eliminada, difícil y tortuoso si la plaga escapa a la total extinción.

Es absolutamente evidente que en ningún caso la Vida deberá o podrá elegir una forma de existencia que sea anti-Vida, contra los niños, contra el deleite de vivir feliz, contra la realización y el pleno florecimiento de la iniciativa innata de cada portador de la chispa de la Vida. El primer paso hacia la libertad y la paz sobre la tierra será dejar a la corriente de la Vida libre y sin los impedimentos de las distorsiones que la hacen perversa y asesina. Este pedacito de comprensión en si mismo hará que la libertad se encienda en acción. La preocupación por el bienestar del bebé recién nacido que trae, del ciclo a la tierra, a Cristo dentro suyo, es demasiado general y nada hay que pueda superarla; demostrará tener un poder de tremendas dimensiones, dejando atrás todo aquello que los perversos han tratado de inventar para matar a la Vida.

Crecerá un nuevo tipo de hombre y transmitirá sus nuevas cualidades, que serán las cualidades de la Vida sin restricciones, a sus hijos y a los hijos de sus hijos. Nadie puede decir cómo será esta Vida. No importa cómo sea, será ella misma y no el reflejo de una madre enferma o de un pariente pestilente. Será ella misma, y tendrá el poder de desarrollar y corregir lo que impidiere su propio desenvolvimiento.

Nuestra tarea es proteger este proceso de la plaga dañina, salvaguardar su crecimiento, aprender a tiempo qué es lo que distingue a un niño que crece como la Vida manda de un niño que crece como el interés de esta o aquella Cultura o Estado o Religión o Costumbre o extravagante idea de la vida manda. A menos que esto se cumpla, no habrá esperanza alguna de dar fin a la matanza masiva.

En síntesis, el nuevo líder se negará a cabalgar hacia Jerusalén para vencer al enemigo. Se volverá hacia la corriente de la Vida, que es Dios, en los cuerpecitos de los no nacidos hijos e hijas del hombre. Sobre ellos se asentará su propósito sin ceder a la tentación de la gente por convertirlo en el líder que ha de perpetuar sus ya rancios estilos dc vida; sin ceder ante la misma gente cuyas vidas han de ser cambiadas desde la base para permitir que los niños crezcan como el Dios de la Vida los ha creado.

Todavía no hemos tenido cultura ni civilización. Recién ahora están empezando a aparecer en el escenario social. Es el comienzo del fin del crónico Asesinato de Cristo.




Wilhelm Reich (1897-1957) fue uno de los pensadores más revolucionarios del siglo XX, al tiempo que maldito. Expulsado del los círculos comunistas y de la escuela psicoanalítica, perseguido por los fascistas en Alemania y, finalmente, juzgado en Estados Unidos, donde fue considerado loco y lanzaron sus escritos a la hoguera. Defensor radical de la democratización de la sociedad, no cesó de denunciar los rasgos del carácter autoritario infiltrados en las familias e iinstituciones . Su principal aportación fue la terapia que llamó "bioenergética", concebida para liberar las tensiones de la coraza muscular, producto de los impulsos sexuales y emociones reprimidas.

La negación de la vida en la cultura patriarcal. La estructura caracterológica del hombre actual —que está perpetuando una cultura patriarcal y autoritaria de hace cuatro a seis mil años atrás— se caracteriza por un acorazamiento contra la naturaleza dentro de sí mismo y contra la miseria social que lo rodea.

En defensa de la democracia. Queremos una democracia, inequívoca y sin concesiones. Pero queremos una democracia auténtica en la vida real, no simplemente en el papel. La verdadera democracia es un proceso difícil, lento, en el cual las personas, protegidas por la sociedad y las leyes, gozan de todas las posibilidades para educarse en la administración de la vida individual y social, es decir, viviente, y de progresar hacia mejores formas de existencia.

La familia autoritaria como aparato de educación. Crítica implacable a la estructura triangular de la familia autoritaria tradicional, y a su educación antisexual, fábrica de seres sumisos y neuróticos.

De la regulación moral a la regulación por la economía sexual. Propuesta de una nueva educación social no represiva en la que se superen los conflictos entre instinto y moral, entre sexualidad y sociabilidad.

El esquizofrénico y el homo normalis. Inquietantes hallazgos acerca de la hipocresía cotidiana del hombre normal frente a la transparencia del esquizofrénico.


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Reclamando nuestra libertad para aprender - Por Gustavo Esteva

Una escuela primaria en la villa Zapatista de Oventic, en el estado sureño de Chiapas, México. Foto por Aaron Cain.
Una escuela primaria en la villa Zapatista de Oventic, en el estado sureño de Chiapas, México. Foto por Aaron Cain.

Años atrás comenzamos a observar en pueblos y barrios, particularmente entre pueblos indígenas, una reacción radical contra la educación y las escuelas. Unos pocos cerraron sus escuelas y expulsaron a sus maestros. La mayoría evitaron este tipo de confrontación política y empezaron en cambio a pasar por alto a la escuela, mientras reclamaban y regeneraban las condiciones en la cual la gente tradicionalmente había aprendido a su propio estilo.

La gente de los pueblos sabe muy bien que las escuelas impiden a sus hijos aprender lo que ellos necesitan saber para continuar viviendo en sus comunidades, contribuyendo al bien común, al de la tierra y al de sus lugares. Y la escuela no los prepara para la vida o el trabajo fuera de la comunidad. En muchas comunidades en Oaxaca y Chiapas, México, los padres ya no delegan en la escuela el aprendizaje de sus hijos.

Ellos saben por experiencia lo que usualmente sucede a los que abandonan sus comunidades para lograr una “educación superior.” Se pierden en las ciudades, en trabajos degradantes. Un reciente estudio oficial halló que sólo el ocho por ciento de los graduados de las universidades mexicanas serán capaces de trabajar en el campo en el cual se graduaron. Los abogados e ingenieros están manejando taxis o montando puestos. A pesar de saber esto, la gente todavía mantiene la ilusión de que la educación superior les ofrece algo a sus hijos. No se sienten cómodos negándoles una “oportunidad” tal.

La vida sin maestros

Una vez realizamos un experimento de reflexión en el cual tomamos una sugerencia del autor John McKnight, imaginando un mundo sin dentistas, y lo aplicamos a la profesión de la enseñanza. Durante algunos minutos varias descripciones apocalípticas circularon por nuestra mesa mientras imaginábamos un mundo sin maestros ni enseñanza. Pero luego algo radicalmente diferente comenzó a infiltrarse en nuestra conversación. Imaginamos una miríada de formas en las cuales la gente misma pudiera crear un tipo diferente de vida.

Una de las conclusiones más importantes de nuestra conversación fue el reconocimiento explícito de que aprendemos mejor cuando nadie nos está enseñando. Podemos observar estoy en cada bebé y en nuestra propia experiencia. Nuestras competencias vitales provienen de aprender haciendo, sin ningún tipo de enseñanza.

Apprenticeships enseñan habilidades tradicionales en Unitierra. Foto www.berkana.org
Apprenticeships enseñan habilidades tradicionales en Unitierra. Foto www.berkana.org
Luego del ejercicio, una pregunta muy práctica llegó a la mesa. Hemos aprendido, con los Zapatistas, que mientras cambiar el mundo es muy difícil, tal vez imposible, sí es posible crear un mundo completamente nuevo. Eso es exactamente lo que los Zapatistas están haciendo en el sur de México. ¿Cómo podemos crear nuestro propio mundo, a nuestra propia pequeña escala humana, en nuestro rinconcito de Oaxaca? ¿Cómo podemos des-escolarizar nuestras vidas y las de nuestros hijos e hijas, en este mundo real, donde la escuela todavía domina a mentes, corazones e instituciones?

El aprendizaje fomenta las habilidades tradicionales en Unitierra

La lección más dramática que deducimos del ejercicio fue descubrir lo que realmente nos estábamos perdiendo en el entorno urbano: las condiciones para el aprendizaje. Cuando todos nosotros exigimos educación e instituciones en las cuales nuestros hijos y jóvenes puedan permanecer y aprender, cerramos los ojos al trágico desierto social en el cual vivimos. No tienen acceso a oportunidades reales de aprender en libertad. En muchos casos, ya no pueden aprender con sus madres, padres, tíos, tías, abuelas y abuelos —nada más hablarles, escuchar sus historias u observarlos en sus ocupaciones diarias. Todo el mundo está ocupado, yendo de un lugar a otro. Ya nadie parece tener la paciencia para compartir con la nueva generación la sabiduría acumulada en una cultura. En vez de educación, lo que en realidad necesitamos son condiciones para una vida decente, una comunidad.

Nuestro desafío, entonces, es encontrar maneras de regenerar la comunidad en la ciudad, para crear un tejido social en el cual todos nosotros, en cualquier edad, podamos ser capaces de aprender y en la cual pueda florecer cualquier tipo de aprendizaje. Al hacer esta investigación radical, nos sorprendimos a nosotros mismos, cada día, cuando descubríamos cuán fácil puede ser crear alternativas y cuánta gente está interesada en la aventura.

Hemos aprendido, con los Zapatistas, que mientras cambiar el mundo es muy difícil, tal vez imposible, sí es posible crear un mundo completamente nuevo.

Así que creamos nuestra universidad, Unitierra. Hombres jóvenes y mujeres sin ningún diploma, y mejor aún sin escolarización, pueden venir a nosotros. Ellos aprenden cualquier cosa que deseen aprender—oficios prácticos, como agricultura urbana, producción de video, o investigación social, o campos de estudio tales como filosofía o comunicación. Aprenden las competencias del oficio o campo de estudio como aprendizajes de alguien que practica tales actividades. También aprenden cómo aprender con herramientas modernas y prácticas no disponibles en sus comunidades.

Tan pronto como los jóvenes llegan a Unitierra, comienzan a trabajar como aprendices. Descubren que necesitan habilidades específicas para hacer lo que quieren hacer. La mayor parte del tiempo, logran esas competencias practicando el oficio, con o sin sus mentores. Pueden elegir atender a talleres específicos, para abreviar el tiempo necesario para lograr esas competencias.

Una sala de enseñanza en Unitierra. Foto de www.berkana.org
Una sala de enseñanza en Unitierra. Foto de www.berkana.org
Nuestros “estudiantes” han estado aprendiendo más rápido de lo que esperábamos. Luego de unos pocos meses usualmente son llamados para regresar al presente cotidiano de sus comunidades para hacer allí lo que han aprendido. Parecen ser muy útiles allí. Algunos de ellos están combinando diferentes líneas de aprendizaje en una forma creativa. Uno de ellos, por ejemplo, combinó la agricultura orgánica y la regeneración de suelos (su interés original), con la arquitectura local. El no está ofreciendo servicios profesionales que le permitan moverse hacia un estándar de vida de clase media vendiendo sus servicios y artículos. Está aprendiendo a compartir, como los campesinos, lo que significa ser un miembro apreciado de su comunidad y de su pueblo, como ha sido hecho desde tiempos inmemoriales—antes de la ruptura moderna.

Disciplina y libertad

En Unitierra no estamos produciendo profesionales. Hemos creado un lugar de convivencia, donde todos disfrutamos mientras aprendemos juntos. Al mismo tiempo, tanto los “estudiantes” como sus comunidades pronto descubren que una permanencia en Unitierra no son vacaciones. Es cierto, los estudiantes no tiene clases o proyectos. De hecho, no poseen ningún tipo de obligación formal. No hay actividades obligatorias. Pero tienen disciplina, y rigor, y compromiso—con su grupo (otros “estudiantes”), con nosotros (participando en todo tipo de actividades para Unitierra), y con sus comunidades.

Nuestros “estudiantes” no pertenecen a comunidades. Ellos son sus comunidades. Por supuesto, pueden disfrutar y tienen largas noches de pachanga y muchas fiestas. Pero tienen una responsabilidad hacia sus comunidades, es decir, hacia sí mismos. Y esperanza. Por eso es que pueden tener disciplina, y rigor, y compromiso.

Nuestros “estudiantes” tienen la estructura interna y social que es condición fundamental para la verdadera libertad. Si no las posees, si eres un átomo individual dentro de una masa colectiva, necesitas a alguien a cargo de la organización. Los trabajadores de un sindicato, los miembros de un partido político o de la iglesia, los ciudadanos de una nación—todos ellos necesitan organizadores y fuerzas externas para mantenerlos juntos. En nombre de la seguridad y el orden, ellos sacrifican la libertad. La gente real, nudos en redes de relaciones, pueden permanecer juntos por sí mismos, en libertad.

“El verdadero aprendizaje,” dijo una vez Iván Illich, “sólo puede ser la práctica pausada de la gente libre.” En la sociedad de consumo, también dijo, somos tan solo prisioneros de la adicción o prisioneros de la envidia. Tan sólo sin adicción ni envidia, sólo sin objetivos educativos, en libertad, podemos disfrutar el verdadero aprendizaje.

En Unitierra hemos estado siguiendo fructíferamente una sugerencia de Paul Goodman, un amigo de Ivan Illich, y su fuente de inspiración. Goodman dijo una vez: “Supón que has logrado la revolución de la cual estás hablando o soñando. Supón que tu lado ganó, y que tienes el tipo de sociedad que querías. ¿Cómo vivirías, tú personalmente, en esa sociedad? ¡Comienza a vivir así, ahora! Lo que fuera que harías entonces, hazlo ahora. Cuando te enfrentas a obstáculos, gente, o cosas que no te dejen vivir de esa manera, entonces comienza a pensar cómo pasar por encima o al lado o por debajo del obstáculo, o cómo empujarlo fuera del camino, y tus políticas serán concretas y prácticas.”

Llamamos a Unitierra una universidad para reírnos del sistema oficial y para jugar con sus símbolos. Luego de uno o dos años de aprendizaje, una vez que sus colegas piensan que ya tienen suficiente competencia en su oficio específico, les damos a los “estudiantes” un magnífico diploma universitario. Así les estamos ofreciendo el reconocimiento social que el sistema educativo les niega. En vez de certificar el número de horas-burro, como hacen los diplomas convencionales, certificamos una competencia específica, inmediatamente apreciada por las comunidades, y protegemos a nuestros “estudiantes” contra la discriminación usual. La mayoría de nuestros graduados nos están sorprendiendo, sin embargo, al no solicitar ningún diploma. Ellos no sienten que lo necesitan.

También estamos celebrando nuestra sabiduría y a nuestros ancianos con símbolos modernos. Así ofrecemos diplomas de Unitierra a gente que tal vez nunca asistió a una escuela o universidad. Su competencia es certificada por sus colegas y la comunidad. La idea, otra vez, es utilizar a nuestra propia manera, con mucha alegría y humor, todos los símbolos de dominación. O más bien, como dice Illich, explotar para nuestros propios fines lo que el estado o el mercado producen.

Nuestros diplomas no tienen ningún uso para aquellos que desean exhibirse o pedir un puesto de trabajo o cualquier privilegio. Son una expresión de la autonomía de la gente. Como un símbolo, representan el compromiso de nuestros “estudiantes” hacia sus propias comunidades, no un derecho para demandar algo. No obstante, 100 por ciento de nuestros “graduados” están haciendo un trabajo productivo en el área que estudiaron.

Pero jugar con los símbolos del sistema no sólo es una expresión de humor. También es un tipo de protección. Lo que estamos haciendo es altamente subversivo. En un sentido, estamos subvirtiendo todas las instituciones de la sociedad económica moderna. Al empaquetar nuestras actividades como una de las vacas más sagradas de la modernidad—la educación—estamos protegiendo nuestra libertad de los ataques del sistema.

En mi lugar, cada Yo es un Nosotros. Y así vivimos juntos, en nuestro presente cotidiano, enraizados en un nuestro suelo social y cultura, alimentando las esperanzas en un tiempo en el que todos nosotros, inspirados por los Zapatistas, estamos creando un mundo enteramente nuevo.


Gustavo Esteva escribió este artículo para una serie sobre Libera tu espacio, en la edición de invierno 2008 de YES! Magazine. Gustavo es un activista de base e intelectual desprofesionalizado. Autor de varios libros y ensayos, fue consejero de los Zapatistas y miembro de varias organizaciones y redes independientes, mexicanas e internacionales; reside en una villa indígena en Oaxaca, al sur de México.

Traducción por Guillermo Wendorff.


sábado, 2 de mayo de 2009

Hacia el fin de la era escolar.

Iván Illich
(1926 + 2002)

La escuela parece estar eminentemente dotada para ser la Iglesia Universal de nuestra cultura en decadencia...

La escuela sirve eficazmente como generadora y sostén del mito social del progreso debido a que posee la estructura de un juego ritual de promociones graduales...

La escuela es un rito iniciatorio que introduce al neófito a la carrera sagrada del consumo progresivo...

El universitario titulado ha sido escolarizado para cumplir un servicio de reclutamiento entre los ricos de la tierra...

La universidad moderna ha alienado su oportunidad de proporcionar sencillamente un marco para encuentros autónomos y anárquicos, orientados pero no planificados, entusiastas. En cambio, ha elegido convertirse en gerente de un proceso que fabrica los productos llamados investigación y docencia.

Iván Illich. Hacia el fin de la era escolar.
CIDOC. Cuaderno 65. Cuernavaca, 1971

Para leer a Illich:

http://www.ivanillich.org.mx/


Para leer sobre Illich:
http://habitat.aq.upm.es/boletin/n26/



jueves, 30 de abril de 2009

Por el rescate de la Utopía



POLIS Revista de la Universidad Bolivariana, Volumen 5 Nº16 2007

Autor: Henrique Rattner*

Resumen: La globalización que barre el planeta ha resultado en una serie de paradojas e incertidumbres para las personas. Aunque haya impulsado poderosamente la producción de bienes y servicios y del comercio internacional, su expansión para todos los bordes del mundo deterioró el estado del medio ambiente y destruyó las comunidades tradicionales rurales e indígenas. La desestabilización de los lazos de cooperación y de solidaridad tradicionales dejó a millones de seres humanos aislados y, sin perspectiva de romper el "círculo vicioso" de pobreza, ignorancia y violencia. Sartre nos enseñó que los hombres nacen para ser libres, pero libertad significa también responsabilidad. Actuando y pensando sobre la realidad, los hombres la transforman y se transforman a sí mismos, encontrando el sentido para sus vidas, en conjunto, mediante una cultura de cooperación y solidaridad.

Palabras clave: Utopía, globalización, identidad, ética, solidaridad

* * *

"En el fondo de cada utopía, no hay solo un sueño, hay también una protesta"

(Oswald de Andrade – a marcha das utopias)

En el mundo de la incertidumbre

La incertidumbre y la perplejidad que afligen a la mayoría de la población acosada por los problemas de la sobrevivencia y la urgencia que exigen respuestas a los desafíos existenciales constituyen un estímulo para pensar críticamente nuestra realidad controvertida y contradictoria. Para algunos sería el fin de la Historia, mientras que para otros, es el inicio de una nueva fase en la evolución de la humanidad. Incertidumbre, inestabilidad y contradicciones aparentemente insolubles llevan a los individuos a perder la confianza en sí mismos, en los otros y en el gobierno de la sociedad. "Todo lo que es sólido, se desvanece en el aire" ya decía Marx, hace 150 años. La destrucción continúa desde entonces, a un ritmo e intensidad acelerados, debido a la competencia salvaje, al individualismo irracional de la acumulación capitalista y al "darwinismo social" practicado por las élites dominantes, configurando una situación de caos.

¿Dónde encontrar las respuestas a las dudas existenciales, a las interrogantes cruciales de cada individuo pensante? -¿quiénes somos? ¿de dónde venimos? y ¿adónde vamos? Sartre enseñó que los seres humanos nacen para ser libres. Pero, libertad implica también responsabilidad. Somos responsables por lo que hacemos o dejamos de hacer. Actuando y pensando sobre nuestra realidad, transformamos a esa realidad y a nosotros mismos, encontrando sentido para nuestras vidas. Sin una orientación que guíe nuestras acciones, la vida en un mundo de incertidumbre se torna una pesadilla, llena de paradojas y violencia, sobretodo para la juventud angustiada y aparentemente incapaz de descifrar enigmas para los cuales la ciencia ni la religión ofrecen respuestas satisfactorias. La vida nos enseña que elaboramos nuestros valores y, con base en éstos, en convivencia y cooperación, con los otros, encontramos los diferentes sentidos de la vida. No existe satisfacción mayor para el individuo que cuando se siente aceptado y valorizado, haciendo parte de un todo mayor.

Sobre las premisas del discurso

La premisa central de nuestro discurso postula, contra cualquier determinismo, que toda la realidad es una construcción social y, como tal, puede ser desconstruida y reconstruida. Postulamos que el sentido de nuestra vida sea el producto del pensamiento y de la acción, e inferimos que toda nuestra realidad es una construcción social. Como corolario de este raciocinio podemos afirmar que los seres humanos hacen su Historia, aunque no la hagan con todos los grados de libertad. Heredamos de las generaciones que nos antecedieron determinadas estructuras y posiciones condicionantes que limitan y estrechan los radios de nuestras opciones. Por eso, el conocimiento de la Historia, que no sigue un curso lineal y previsible como lo pretende el pensamiento positivista, es fundamental para la acción liberadora, capaz de ampliar nuestros grados de libertad. Son también diferentes las visiones e interpretaciones de lo que acontece en la Historia (ver Gordon Child - What Happened in History), lo que nos permite contestar todo tipo de determinismo económico, ecológico, demográfico o cultural -frecuentemente invocados para justificar la acomodación al statu quo. La valorización del ser humano como actor social capaz de construir su destino como sujeto del proceso histórico nos permite rechazar las visiones fatalistas o maniqueístas de la Historia. En vez de análisis e interpretaciones cartesianas de los fenómenos políticos y culturales, adoptamos la metodología sistémica e interdisciplinaria. Sin minimizar la especificidad de cada caso, procuramos, entenderlo en su inserción y conexión con su contexto. "El todo es diferente de la suma de las partes". Por consiguiente, la realidad no puede ser explicada a partir de la simple suma de hechos y procesos individualizados, lo que nos llevaría a perder de vista el bosque de tanto mirar los árboles. Cambiando las incertidumbres que dominan el escenario del mundo actual, en todas las esferas del conocimiento científico, en las políticas económicas y sociales y las posibles y probables acciones bélicas y sus consecuencias, nuestros análisis y eventuales propuestas estarán basados más en probabilidades que en certezas que caracterizan el pensamiento autoritario y lineal. Esta postura tiene profundas implicaciones para el sistema de valores y las relaciones medios-fines. El sentido común postula que los fines justifican los medios, pero no esclarece sobre la legitimidad de los fines.

Los dramáticos impactos del desarrollo desigual, aumentando el foso entre ricos y pobres, ayudaron a instalar la reivindicación central de nuestro tiempo -los derechos humanos- no como uma visión utópica e idealista, sino como la condición básica para la sobrevivencia de la sociedad y la sustentabilidad de sus instituciones. Ese es el núcleo de una ética universal que transcienda todos los otros sistemas de creencias y valores, como síntesis de la conciencia humana, sabedora de la preciosidad de todas las formas de vida y de la necesidad de cooperación, solidaridad e interdependencia. Esa ética es fundamentada en valores de alcance universal -la conquista del bienestar y de la felicidad, mediante la libertad (en el sentido preconizado por Amartya Sem). Él se refiere a un deber, una visión del futuro de la humanidad que han inspirado los pensadores libertarios, desde Tomas Moro a los socialistas utópicos -Fourier, Saint Simon y R. Owen- hasta los defensores del socialismo científico, basado en el materialismo dialéctico.

¿El derrumbe de la ex-URSS habría eliminado la utopía del pensamiento y de las aspiraciones contemporáneas? Vivimos una época de conflictos políticos y militares, de dimensiones y consecuencias imprevisibles, incluso la amenaza concreta de la pérdida de las conquistas de los últimos tres siglos, de la democracia y de los derechos humanos, significando un retroceso a la barbarie. Lo mismo si fuera éste el desenlace -totalmente irracional y contrario a la ética- de la actual crisis, no debemos ni podemos desarmarnos en tiempos de estupidez. La evolución de la humanidad sigue por caminos tortuosos y contradictorios. Después de tres siglos de ideas iluministas y de luchas por la libertad, la democracia y los derechos humanos, la desigualdad y las injusticias precisan ser denunciadas y combatidas, ¡porque solo, el mundo no va a mejorar!

Moral y ética - Historia y utopía

Según el diccionario de filosofía, la ética es la ciencia que tiene como objeto los juicios de valor que distinguen entre el bien y el mal. Históricamente, moral y ética son tratados como sinónimos pero, en la filosofía alemana desde Kant -en el siglo del Iluminismo- la ética es considerada superior a la moral. La moral es históricamente datada y sus normas y sanciones cambian de acuerdo con la evolución y las transformaciones de la sociedad, reflejando siempre la visión de mundo y los intereses de las élites. Elocuentes son al respecto las manifestaciones de los señores esclavócratas, de los capitalistas y tecnócratas, cuyo discurso y práctica supuestamente racionales e ideológicamente neutrales, justificarían la pobreza y la desigualdad. Teorías científicas cuando no doctrinas religiosas son invocadas ("la selección natural de los más aptos", o "las leyes del mercado") para determinar el código de conducta moral de los individuos y las sanciones positivas o negativas atingentes a su cumplimiento o transgresiones.

La ética postula un código de conducta para el grupo o para la comunidad de individuos que exige un comportamiento basado en valores. Para Hegel la moral sería el dominio de las intenciones subjetivas, mientras que la ética sería el reino de la moralidad absoluta. La moral de una sociedad procura asegurar su cohesión y solidaridad (mecánica, según E. Durkheim) amparadas por un conjunto de sanciones y la fuerza de coerción del Estado. La ética está fundamentada en valores de alcance universal -la conquista de la felicidad y del bienestar por medio de la libertad. Sus manifestaciones concretas son la cooperación y la solidaridad (orgánica, siempre según Durkheim) en una organización social pluralista y de democracia participativa. La ética se refiere a un deber, una visión del futuro de la humanidad que se considera realizable. Es el proyecto de futuro -la utopía- que ha inspirado a los pensadores libertarios en todas las épocas. Por todos los rincones del planeta verificamos la reafirmación de la utopía, del pluralismo universal y democrático. ¿Quiénes son sus portavoces? No son los héroes individuales (los "líderes"), ni una clase mesiánica (el proletariado), sino todos los individuos que pretenden actuar como sujetos del proceso histórico, creando comunidades de ciudadanos activos, fuentes de libertad que transforman la Historia. Son esos sujetos colectivos que aceptan y practican el pluralismo democrático como forma de "vida buena", en oposición a otras formas actuales y pasadas.

Por lo tanto, la utopía no es un tiempo "a priori" de la evolución o de la Historia. Sus protagonistas no pretenden el "descubrimiento" de nuevos tiempos, sino que nos presentan una simple propuesta creativa de un deber humano deseable y realizable por la acción colectiva. Ella no es ficción, romance o aventura individual, sino una visión de futuro construida por medio de un discurso en que se confrontan los valores por sus impactos reales y probables en la existencia humana. Ella surge como una amalgama y recreación de valores cultivados en todos los tiempos y que se combinan con las nuevas creaciones llevando a una síntesis imaginaria, con contribuciones de la filosofía, de los cientistas sociales, de la ética y de la política, a la luz de las experiencias y prácticas acumuladas. La ética sería, entonces, la disciplina y la práctica de la virtud, del dominio de la racionalidad substantiva (Max Weber) y cuyo fin es la felicidad y el bienestar, la integración entre los seres humanos, la naturaleza y el cosmos.

Según los filósofos de la Antigüedad, la utopía ética sería alcanzada por el comportamiento virtuoso, en conformidad con la naturaleza de los actores sociales y de los fines buscados por ellos. Postularon que el ser humano sería, por naturaleza, un ser racional y, por lo tanto, la virtud o el comportamiento ético sería aquel en el cual la razón comanda las pasiones. Cada ser humano, bajo la inspiración de la razón, realizaría la buena finalidad ética determinada por su lugar en el orden del mundo social, político y natural. Esas virtudes serían efectos de una potencialidad de la naturaleza humana, a partir de que la razón gobierne las pasiones y oriente la voluntad, puesto que sólo el ignorante es pasional y vicioso.

La insustentabilidad del mundo actual

En retrospectiva histórica, la sociedad parece alejarse cada vez más de la racionalidad y de la virtud del comportamiento ético. Tanto la burguesía cuanto el proletariado, al conquistar el poder, adhirieron al ethos y adoptaron los objetivos del progreso vía acumulación material y crecimiento económico, ambos insustentables. En la sociedad capitalista, el crecimiento económico se tornó estéril por no generar más empleos, al menos para compensar la eliminación de los puestos de trabajo como consecuencia de las innovaciones tecnológicas y de la reducción de las inversiones. El sistema es implacable en su dinámica: los beneficios son apropiados por los ricos y poderosos, en tanto que para los pobres, en la mejor de las hipótesis, les son proporcionados beneficios filantrópicos paternalistas.

Debido a la concentración del capital y del poder, las relaciones sociales continúan siendo autoritarias, impidiendo voz y oportunidad a las poblaciones carenciadas. En muchos lugares ocurre un retroceso en términos de derechos de ciudadanía y de extensión de los derechos humanos a todos. Los efectos sociales y culturales del sistema son desestructuradores: la carrera por acumulación y competitividad sofoca los valores de cooperación y solidaridad y reprime las manifestaciones de identidad cultural. Finalmente, el sistema es auto-destructivo en su dinámica: su avance está basado en la depredación del medio ambiente, lo cual mina la propia existencia y sobrevivencia de la población, ignorando o despreciando los derechos de las generaciones futuras. La legislación ambiental surge como defensa tardía e incompleta frente al volumen y la gravedad de los daños que amenazan la seguridad y la sustentabilidad ecológica del planeta y de sus habitantes.

Se percibe por lo tanto el agotamiento del paradigma de desarrollo capitalista, cuya naturaleza centralizadora y autoritaria inviabiliza la evolución pacífica para una convivencia democrática y solidaria. Por eso, negamos la legitimidad de objetivos y prioridades economicistas, impuestos por la lógica y la moral de la globalización económico-financiera. Nos manifestamos por la construcción de una perspectiva social, democrática y sustentable que promueva la libertad y la dignidad humana. En fin, un proyecto de futuro, ¡la utopía de la transformación ética y cultural de la humanidad como un todo!

La utopía en marcha

El escenario emergente al final del siglo veinte creó desafíos económicos, sociales y políticos, para los cuales la socialdemocracia, ahora transformada en Tercera Vía, no estaba preparada y capacitada para responder. Con la profunda recesión que se abatió sobre la economía norteamericana, cuyos efectos se propagaron como en círculos concéntricos a través del sistema mundial, innumerables países "emergentes" prácticamente se fueron a pique por sus deudas y contradicciones sociales internas. El colapso de Argentina en 2001 mostró que el sistema financiero internacional estaba en los límites para poder "salvar" economías quebradas, endeudadas y corruptas (México, Tailandia, Indonesia, Rusia, Brasil, Turquía, Ecuador, Filipinas y otras). Pero, al caos económico sigue inevitablemente el social y político, tesis profusamente demostrada por las manifestaciones de masas de sublevados, ciudadanos empobrecidos y marginalizados.

Del otro lado de la "cortina de hierro", el derrocamiento del sistema stalinista en la ex-URSS y en los países satélites resultó de inmediato en un deterioro violento de las condiciones de vida de la mayoría de las poblaciones, repentinamente expuestas a las turbulencias del mercado, sin la protección paternalista (educación, salud, habitación, empleo) del Estado. En la década de los noventa, cuarenta países estaban siendo dirigidos por gobiernos socialdemócratas o por alianzas dominadas por la "izquierda". Con todo se revelaron impotentes para inducir cambios sociales y económicos frente a la presión avasalladora de la globalización económica y militar, y debido a los compromisos asumidos con los representantes del capital nacional e internacional.

Los liderazgos políticos de los partidos socialdemócratas, inclusive el PSDB en el Brasil, quedaron presos en la trampa que ellos mismos construyeron. Habiendo predicado y defendido durante años que no habría futuro fuera del sistema neoliberal, asumieron plenamente la responsabilidad por las políticas económicas, financieras y laborales en curso, y contribuyeron al agravamiento de la marginalización y exclusión de millones de personas víctimas del aumento de la "deuda social", mientras que en los asuntos de política externa adherían a la doctrina de la globalización "inevitable", aliándose incondicionalmente a la superpotencia hegemónica.

No abogamos contra la integración regional e internacional, sino que rechazamos su imposición "por encima" que tiende a agravar la asimetría social y la división de la humanidad entre una minoría rica y poderosa, y la masa de los desprivilegiados y excluidos. No estamos en contra de la integración y la aproximación de los pueblos, aunque si ellas deben procesarse democráticamente, de modo gradual y selectivo.

La distinción entre la globalización y la universalización no es simplemente conceptual. La embestida de la primera contra las barreras al libre comercio es brutal, bajo el comando de las corporaciones transnacionales. La universalización impulsada por las ONGs, los movimientos sociales, algunos sindicatos y partidos, promueve una integración de los pueblos, de sus economías y culturas, de forma lenta, gradual y selectiva. Los agentes de la globalización, en su búsqueda de maximización del retorno sobre las inversiones, presionan por escalas de producción y el nivelamiento de los patrones de consumo, mientras que los actores de la universalización defienden el pluralismo y la diversidad de estilos de vida. La globalización adopta patrones de organización, tanto en el sector privado, como en el público, rígidos, de centralización autoritaria, en oposición a los principios de democracia participativa, de transparencia y de responsabilidad ciudadana de la universalización. En la primera, los seres humanos están siendo alienados y transformados en meros objetos de decisiones tomadas según la racionalidad funcional de "medio-fin"; por el contrario, en la segunda, cada ser humano se torna sujeto activo y autónomo del proceso, orientado por valores substantivos anclados en la Carta de los Derechos Humanos.

Los agentes de la globalización están dominados por el frío cálculo económico, insensibles a los efectos desastrosos en el tejido social. La universalización enfatiza los aspectos éticos del comportamiento individual y colectivo y no genera desempleados, desamparados, hambrientos, dolientes, en fin, excluídos. En suma, la globalización configura un proceso de integración "por encima", a contramano de la Historia, en tanto que la universalización "desde abajo hacia arriba", apunta hacia un futuro más digno, justo y seguro para la humanidad.

La utopía socialista en el siglo XXI

El fin del siglo XX vio desmoronarse las utopías revolucionarias y, al mismo tiempo, el fracaso de la ideología desarrollista. La mayoría de la población mundial, viviendo en los países del Tercer Mundo, pasó por la amarga experiencia de rechazo y desencanto de las promesas de la ideología dominante secularizada. Perdió sus frágiles esperanzas, y con ellas, la visión de un futuro más justo y una vida más digna. La brutalidad de las políticas reales del sistema capitalista, despreciando y reduciendo los valores humanistas a conceptos de mercado y de transacciones comerciales, acabó provocando las reacciones de indignación y revuelta, en busca de la utopía perdida.

La promesa de una era de progreso y justicia para todos, lanzada con el advenimiento de la Revolución Francesa de 1789 y nuevamente, después de la II Guerra Mundial, fue desmentida por un proceso de desarrollo desigual que dejó al mundo de las ex-colonias cada vez más atrás. Los impactos de la modernidad en las sociedades tradicionales causaron la ruptura de su tejido social y la consecuente pérdida de identidad y de las raíces culturales de sus poblaciones, además de la desorganización del sistema económico. La destrucción y el caos causados por el avance impetuoso de la llamada modernidad, crearon el caldo de cultivo fértil para el renacimiento del fanatismo fundamentalista, de la xenofobia e intolerancia, y de la propensión a la "guerra santa" contra los "infieles". En verdad, la crisis de identidad es general en todas las sociedades, a medida que la exclusión, a inseguridad y la incertidumbre respecto al futuro se tornen el destino común de la mayoría de la humanidad.

Las experiencias fracasadas de la ex-URSS, y también, de la social-democracia, inclusive de la mortinata Tercera Vía, lejos de señalar el "fin del socialismo", encierran lecciones valiosas para los movimientos sociales emancipatorios del siglo XXI. El Estado de bienestar fue capaz de reducir transitoriamente el desempleo y disminuir la pobreza en los países más desarrollados. Pero, políticamente, llevó a la cooptación de las élites de los trabajadores y su adhesión al discurso y a las prácticas de flexibilización de las relaciones de trabajo, con la consecuente polarización de la sociedad y la marginalización de los más pobres. Una sociedad dividida en clases no puede construir un sistema socialista democrático y justo, ya sea por medio de un Estado autoritario, o por el mecanismo de la "mano invisible" del mercado.

Las políticas neoliberales y sus desastrosas consecuencias en términos del deterioro de la calidad de vida de los trabajadores y de la mayoría de la población están en la raíz del distanciamiento de las masas de sus partidos tradicionales y de los gobiernos con los cuales estos colaboran. Para los grupos más politizados, los partidos socialdemócratas y socialistas perdieron el poder de movilización por la incapacidad de evocar una visión alternativa de la sociedad. Otra parte de las voces y votos discordantes fue para la "derecha" (como se vio en el avance de Le Pen, J. Haider y otros) que, predicando también contra la globalización, recogieron los votos de los pobres marginalizados, de la baja clase media y de los desempleados que se sintieron abandonados por los partidos de izquierda tradicionales.

Tanto los socialdemócratas reformistas como los revolucionarios replicaron en sus organizaciones y en las prácticas políticas los padrones de conducta y de liderazgo autoritarios, basados en raciocinios cartesianos lineares con sus interpretaciones deterministas de la Historia. Una propuesta alternativa abarcaría inevitablemente desde una visión de mundo diferente ("el mundo no es una mercancía"...) hasta nuevas formas de organización y movilización social. La nueva visión, al rechazar la globalización impuesta "desde la cima para abajo", propone la integración a ser realizada por las poblaciones, "desde abajo hacia la cima". En vez de un puñado de ejecutivos, empresarios, tecnócratas y sus intelectuales orgánicos, serán las organizaciones populares y democráticas, basadas en la participación y el compromiso de todos, las que conducirán el proceso de transformación social, económica y política. Ese emprendimiento y las tareas de allí derivadas no pueden ser atribución de un minoría "iluminada".

La construcción de proyectos alternativos basados en las premisas de la cooperación, solidaridad y justicia social constituye el pilar de un régimen de democracia participativa, en sustitución a la coerción ejercida mediante el marketing político y la manipulación de la opinión pública por los medios masivos oligopolizados. El neoliberalismo en ascenso al final del siglo veinte debilitó el potencial democrático de lucha por los derechos humanos, característica central de nuestra época. Desarrolló una estrategia dividida en tres etapas: en la primera, se privilegian los movimientos y organizaciones del tercer sector como exponentes de la supuesta solidaridad social, luego, el énfasis en la importancia de los derechos civiles tiende a opacar la lucha por los derechos políticos; y aún más residual y relegada queda la tercera etapa, la conquista de los derechos sociales y económicos -empleo, vivienda, educación, salud y recreación para todos.

Los movimientos en pro de la emancipación de toda la humanidad y de la conquista plena de la ciudadanía procuran rescatar la naturaleza y la dinámica indisolublemente entrelazada de las tres dimensiones, desde los derechos básicos a una existencia material y espiritualmente asegurada, hasta la libertad, la participación democrática y la justicia social. Es la concreción del conjunto de esas tres reivindicaciones lo que constituye el paradigma alternativo al modelo neoliberal.

La modernidad neoliberal provocó la desarticulación de la lucha por los derechos humanos y la invasión del mundo de trabajo, gradualmente transformado en mundo de pobreza, marginalidad y exclusión. Pobreza y desigualdad acaban siendo marginalizadas de los debates políticos, y colocadas en la categoría de fenómenos regidos por las "leyes de la naturaleza" o de la economía de mercado. En otras palabras, sólo podrían ser solucionados por el crecimiento económico y, hasta entonces, son sujetas al tratamiento por la gestión técnica o por la filantropía. Los dueños del poder califican el discurso y las reivindicaciones por los derechos a ciudadanía como manifestaciones de atraso que crearían obstáculos a la acción modernizadora del mercado. En vez de responsabilidad política ofrecen la responsabilidad moral y la "comunidad solidaria" que distribuye beneficios y servicios que impiden la formulación de metas y objetivos de lucha por los derechos a ciudadanía como una cuestión pública. La pobreza pasa a significar objetivamente la negación de esos derechos, condenando a la mayoría de la población a la condición de dependientes de la caridad ajena, y al mismo tiempo sofocan el espíritu de reivindicación y lucha.

La conquista de los Derechos Humanos, la plena vigencia del Estado de Derecho y de la justicia social exigen acciones colectivas en las cuales los actores sociales se tornen agentes activos y conscientes del proceso histórico y gestores de su destino. En la sociedad capitalista, la reproducción de la explotación económica y de la dominación política inviabiliza los esfuerzos de humanización de las relaciones sociales en general, y del trabajo en particular. Por otro lado, siendo las cuestiones de la libertad e igualdad inseparables del socialismo, éste sólo es concebible como la plena vigencia de la democracia, o sea, la abolición de la separación entre dirigentes y ejecutores, y el control del proceso de producción y de todas las actividades sociales por sus sujetos, hermanados por lazos de cooperación y solidaridad.

La nacionalización, el planeamiento económico impositivo y lo mismo la socialización de los medios de producción por el Estado no garantizan la socialización del poder político. El Estado -en la concepción leninista- continúa representando un mecanismo arbitrario de autoridad pública aislada de la sociedad civil, la cual procura construir el espacio de libertad en oposición al aparato estatal. Éste, aunque pueda superar la anarquía de la competencia salvaje, no es capaz de atender a los requisitos básicos de una sociedad democrática –la libertad y los derechos individuales, la autonomía y la iniciativa creadora.

El aparente atolladero, encuentra respuestas en la práctica política de las sociedades modernas que evolucionan desde regímenes de democracia formal representativa hacia la democracia participativa. La inadecuación de las primeras queda cada vez más patente, sea por el nepotismo que crea verdaderas dinastías, particularmente en las regiones más atrasadas, sea por el poder de manipulación y del marketing político de los medios masivos de comunicación, sin hablar del peso de las grandes organizaciones industriales y financieras cuyo poder financiero se constituye en factor decisivo en todas las elecciones. Son esas entidades las que se tornan en los mayores obstáculos para la democratización de la sociedad, en nombre de supuestos principios racionales necesarios para el funcionamiento de organizaciones y sociedades complejas. Reducir la participación de la sociedad civil a un voto periódico, es ciertamente más eficaz que la coerción autoritaria para despolitizar los conflictos alegando la búsqueda de un consenso (manipulado).

De allí es posible inferir que la democracia social exige el control de los medios de producción y de los aparatos de poder. Pero, ¿cómo contestar el argumento de la competencia necesaria por la tecnología de punta cuyo dominio exigiría los especialistas que inviabilizarían la democracia? ¿Sería posible construir la ciudadanía política sin deslizarse hacia el fetiche de la "democracia directa" vía comicios, asambleas y revocación de mandatos? Comisiones y consejos en bases territoriales, disponiendo de instrumentos de deliberación, fiscalización y censura, incluso de referendos para decidir sobre prioridades de políticas públicas y asignación de recursos, como ocurre en varios municipios brasileños que adoptaron la práctica del Presupuesto Participativo, formarían la base de la democracia socialista.

A los escépticos y cínicos que desdeñan el análisis crítico del contexto histórico, bajo el argumento de la inviabilidad o inutilidad de las "utopías", debe recordárseles lo que sería el mundo si no hubiese, en todas las generaciones, individuos capaces y audaces para pensar las alternativas, posteriormente transformadas en realidad. Trescientos años atrás, el mundo "civilizado" era gobernado por un puñado de monarcas absolutistas ("el Estado soy yo") y sus cortes corruptas y parásitas. Finalmente, la Historia del capitalismo data de algunos siglos apenas, durante los cuales fueron trabadas innúmerables guerras, con decenas de millones de personas exterminadas e inestimables recursos naturales devastados. Impulsado por una dinámica perversa de concentración y polarización en todas las esferas de la vida social, el sistema no parece disponer de salidas para romper el círculo vicioso. Basándonos en la premisa "toda la realidad es construida socialmente" inferimos que aquello que fué construido por seres humanos, puede ser desconstruido y reconstruido por ellos. Por lo tanto, sería ilógico e injusto rechazar el socialismo, invocando el fracaso de la única experiencia de su implantación, en condiciones históricas extremamente adversas.

Pero, a diferencia del enfrentamiento entre capital y trabajo en los siglos XIX y XX que polarizó los conflictos sociales y políticos, el socialismo en nuestro siglo será construido por las alianzas y redes entre movimientos y organizaciones sociales, en los niveles local, nacional e internacional. Sus luchas transcienden las cuestiones salariales, para enfrentar los problemas de la exclusión social, el desempleo, la destrucción de pequeñas empresas, la precarización de las relaciones de trabajo, la biodiversidad y la devastación ambiental, las reformas agraria y urbana y, sobre todo, la defensa intransigente de los Derechos Humanos en todas sus dimensiones. Para corresponder al anhelo generalizado por una ciudadanía plena, de derechos y responsabilidades, la utopía socialista del siglo XXI será democrática, abierta a la participación de todos y visceralmente comprometida con la libertad individual y la justicia social. Continuamos, por lo tanto, afirmando que, "¡otro mundo es posible!"

Epílogo: La leyenda de la zarza ardiente

Entonces, se multiplicaron las voces de los que decían que los días de tinieblas ya duraban bastante, que se había esperado demasiado para que la promesa de felicidad se tornase realidad y el anuncio de la luz – verdad.

Y, ellos decían: ..."vamos, construiremos nuestras casas alrededor de la zarza que arde desde la eternidad. Los días de tinieblas terminarán, ya que la zarza continuará en llamas y nunca será reducida a cenizas".

Así hablaban los más audaces entre ellos; aquellos en los cuales el futuro vivía como la creatura todavía no nacida vive en el seno de su madre; aquellos que no preguntaban al oráculo "¿Qué vamos a hacer?"

Encontraron obstáculos y hostilidad en todos los lugares. Mientras tanto, fueron muchos los que siguieron en la escalada escarpada, rocosa que conducía a la zarza ardiente. Y, se instalaron cerca de ella para vivir en su calor y su luz.

Entonces, aconteció que sus ramas se carbonizaron y cayeron. Las propias raíces se quemaron y se volvieron cenizas. De nuevo, las tinieblas se expandieron y hacía frío.

Y se levantaron voces y decían: "vean como nuestra esperanza fue engañada. ¿No habrá culpa? ¡Busquemos a quien la tiene"!

Entonces, los nuevos señores mandaron matar a todos los que así hablaban y declararon: "Quien se levante para afirmar que la zarza se quemó, sufrirá una muerte ignominiosa. Solamente el enemigo no descubre la luminosidad de la zarza, solamente el enemigo siente frío en vez de su calor".

Así, los nuevos señores lo proclamaron, de pie sobre las cenizas y envueltos por una gran claridad producida por las antorchas en las manos de los nuevos esclavos.

De todos modos, algunos aún se levantaron, y el futuro vivía en ellos como la creatura que aún no nació vive en el seno de su madre y decían: "La zarza se apagó porque de nuevo existen entre nosotros señores y esclavos, aunque nosotros los llamemos por otros nombres. Porque existe entre nosotros la mentira, la bajeza, la humillación y la sed de poder. Vengan, vamos a buscar en otro lugar para comenzar de nuevo".

Mientras tanto, los nuevos señores mandaron a los esclavos que cantasen, en todos los lugares y en todas las horas, en honor de la zarza ardiente. Así, se les oyó salmodiar en las tinieblas: "Para nosotros, la luz brilla más que nunca". Ellos temblaban de frío, pero su canto resonaba ..."el fuego eterno de la zarza nos calienta".

Y los nuevos capataces de los nuevos señores se colocaron en el camino para aniquilar a todos los que decían la verdad, para ahogar en la vergüenza los nombres de aquellos que hablaban de recomenzar. Mataron muchos, sin, a pesar de todo, destruir la esperanza que es antigua como la tristeza y nueva como la aurora que todavía no despuntó.

"Existe otra zarza, necesitamos encontrarla", anunciaban las voces secretas de aquellos que tenían tras sus huellas a los capataces de los señores antiguos y nuevos.

"Necesitamos recomenzar, al igual que tenemos que plantar de nuevo la zarza".

"¡Benditos sean aquellos que así hablan! Que las piedras en el camino no les sean demasiado duras para sus pies y que su valentía no sea menor que nuestro sufrimiento".

Así habló el extranjero antes de dejarnos, una vez más. Tratamos de olvidarlo, a él y al gusto amargo de su esperanza. Estábamos cansados del eterno recomienzo.

notas

* Henrique Rattner, profesor titular aposentado de la Universidad de São Paulo, fue fundador de la Asociación Brasileña para el Desarrollo de Liderazgos ABDL y director del Programa LEAD en el Brasil. Actualmente es consultor en la División de Economía e Ingeniería de Sistemas del IPT -Instituto de Pesquisas Tecnológicas. Email: rattner@ipt.br Otros textos del autor en: www.abdl.org.br/rattner/inicio.htm